martes, 30 de abril de 2024

Un café con micro

 

Ocurrió mientras nos tomábamos un café. Solos o en compañía. Y para contarlo, lo haremos con un microrrelato en el que no podrán usarse las letras, “a” y “n”.

Vamos a ello, amigo/as de letras. Que tengáis un buen café ☕



Le dediqué mi último sorbo. Me timó su embustero querer, pero como humo se diluyó; mi perro es mil veces mejor que él.

©GinebraBlonde


Tom, mi querido perro siempre fiel. Me lo dio él. ¿Cómo perder su recuerdo? Quiero destruir el tiempo...

©María

Mi último expreso me dio ideas de cómo ser suyo.
Me dedicó todo su tiempo, después se marchó, hoy hizo tres lustros.
Hoy vuelvo sólo y él sigue, presente.

*

El café delicioso, tú perfecto, siempre respetuoso, impediste que mi error fuese visto desde ese objetivo… debo decirte que estuviste de diez.
Por eso mi último chupito es por ti.

©Campirela

Es Desirée sexy y cruel. Si de he de morir o si he de vivir, deseo sus ojos ver, beber de sus besos, su elixir.

©El Demiurgo de Hurlingham



No esperé y pedí el expreso de siempre, pero el revuelo que hizo el coche de detectives, junto a los gritos del respetable público, me impidieron ese deleite, el único permitido, en estos tiempos revueltos.



Salí disparado del café, me dejé el perro, el bolso, el estrés... Cogí el bus y los despisté. Me perdí por el pueblo, pero sorpresivo mi perro me siguió. Trajo solo el bolso, el café lo volcó.

©Auroratris


Luis, como luceros sobre el cielo, quebró su voz y me expresó su temor. Yo solo escuché, y mi pecho golpeó furioso. Pero el deseo, de poder creer, fue fuerte. Duró poco ese tiempo, y perdió mi fe; su cerebro se desmoronó, el futuro exterior se esfumó; solo existimos él, yo, y el olor del expreso espumoso; el último duelo que despertó mi deseo de oírle. Dejé el dolor y me fui. El cielo se volvió gris.

©Nuria de Espinosa


Recuerdo el olor del último que me tomé. Fue todo muy loco. El cielo se corrompió de color gris, de muerto. Y corrimos, huimos, sobrevivimos, desde el primer zombi que vimos.
Recuerdo su olor y lloro.
 
©de la Flor Ruiz

Cotinuación...

Me persigue el horror; el cielo, de color gris, es como el preludio del derrote horrible y oscuro. Corrimos, pulso hostil, por los edificios. Huimos de directrices terribles que creí surgir del humo. El olor mohecido se mezcló, el miedo embebió el rumbo y este hizo que el olor fuese imposible de perder. Luego respiré y fue el choque por sobrevivir, el que pudo eludir todo terror. De pie recorrimos el derrotero imperfecto del medio, y busquemos el sujeto perdido sobre el despropósito mortífero. Y después dejamos morir el horror.

*

Después de que el extremo del horror quedó lejos del grupo, fuimos por los pozos del odio, el sitio por el que fuimos elegidos, y por el que, por poco, somos suprimidos. Pero fuimos decisivos. Ya obtuvimos cero tipo de socorro, esto limitó poco tiempo todo el progreso.
 
Fue extraño ver el seco yermo y el ciclo del cielo, sobre todo por el grupo reducido, que logró sobrevivir.
El medio del poder giró de color gris sobre el grupo que se ocultó seguro y decidido. Comer y beber fue el objetivo. Luego de lograrlo, proseguimos ojos irresolutos. Tiempo después cogimos el trecho y tomemos el rumbo, siempre yuxtapuestos y libres, y el tiempo hizo que el olvido del olor del expreso fuese viejo.

©Nuria de Espinosa


El humo de los espresso fue mudo cómplice del disimulo de los roces furtivos y el fuego de los ojos.
 
©Dulce


Fue bonito y triste 
para mí, pues la vez que fui a mi
Perú, visité a mi abuelo, y fue el
último café que él bebió con tanto
amor, pues yo siempre se lo preparaba.

©Siby