Mi querido Mauricio… Siempre me preguntaste si tenía alguno
de esos secretos inconfesables que pudiese malograr nuestra relación. A estas
alturas, creo que ya va siendo hora de contestarte. Lo hago por escrito, porque de otra manera me
resulta imposible. ¿Recuerdas aquella alergia que me producía el tinte para el
pelo que usaba tu madre, produciéndome ahogo, taquicardia y pérdida de la consciencia,
por lo que las visitas se redujeron a cero? Pues era mentira. Aunque esto me
lleva a un secreto tuyo que jamás me confesaste, pero que yo escuché por el
respiradero de la cocina mientras tú y tu madre estabais en el salón (esas
construcciones antiguas eran una maravilla…).
La cosa es que oí que te decía que yo no era mujer para ti;
que tú necesitabas una “mujerona” que te hiciese buenos platos de comida y
almidonara los cuellos de tus camisas (qué antiguo, por favor).
Lo peor no fue eso; lo que más me molestó es que tú te
quedases impávido y no fueses capaz de valorarme ante ella.
Bueno, estás perdonado; pero claro, ahora comprenderás que
urdiese ese plan para no ver más ni la cara ni un pelo de la cabeza de tu
madre.
Como te decía, esto te lo cuento por escrito porque partiste
al mundo de las ánimas, y de hacerlo en voz alta pecaría de ridículo.
Sí, lo sé… Es una carta que no podrás leer; pero como yo creo
en estas cosas, sé que, de alguna manera, me estarás leyendo el pensamiento
mientras te estoy escribiendo.
Feliz día de Todos los Santos, cariño.
©Ginebra Blonde
EL SECRETO DEL TERCERO
Cada mañana a las siete en punto el vecino del tercero bajaba
las escaleras, al llegar al primero se paraba unos minutos, y al cabo de ellos
bajaba por el ascensor.
Le observaba a través de la mirilla, pues la puerta del
ascensor estaba justo enfrente de mi apartamento.
No podía entender por qué hacía siempre la misma maniobra, si
bajaba del tercero al primero por las escaleras, por qué bajaba solo un piso en
ascensor, era algo que no entraba en mi razonamiento.
Una mañana, cinco minutos antes mi curiosidad se fue
satisfecha al descubrir el secreto, decidí hacerme la encontradiza y ver qué le
movía a hacer ese movimiento.
Allí estaba yo agazapada entre la barandilla haciendo que me
ataba los cordones de mis deportivas, cuando vi algo que me dejo atónita.
Mi vecino al llegar al rellano del segundo abría su maletín y
de él cogía un peluquín y se lo ponía en su calva, lo sujetaba bien y echaba
una especie de gomina, guardaba los utensilios e iba derecho al ascensor, eso
me desconcertó, pues por qué no salía de casa con el puesto.
Mi curiosidad no quedó del todo satisfecha, hasta que decidí
que al día siguiente le vigilaría desde la calle a ver qué ocurría.
Allí fue donde vi que el pobre hombre, al salir del portal le
esperaba una rubia despampanante con la cual presumía de hito a hito.
El secreto, estaría a salvo, los motivos que tuviera seguro
que eran conyugales, y ahí era mejor mantenerse al margen. Su mujer le quería
calvo, pero tal vez la amante no supiera de su alopecia. Por eso cada mañana su
cambio de look se repetía.
Nunca entendiste el motivo de mi interés por visitar a tu
padre en su lecho de muerte. Tanto tú como tu madre siempre creísteis que era
por la amistad que una vez nos unió en la Universidad. Bien sabes que la
nuestra no era de película. De película y para un Óscar era el amor que le
tenía al pobre, que no sé cómo os podía aguantar. No pongas esa cara, lo que
más me aterraba era imaginarme como tu madrastra. Pero tu padre sabía cómo
hacerme olvidar ese pensamiento. No puedes imaginar cuánto agradecía que me
invitaras a pasar cada Navidad con vosotros. Después de la Uni, nos vimos unas
cuantas veces más hasta que me marché de misionera.
Te acabo de revelar el misterio de la rosa blanca cada 14 de
febrero. Lo nuestro fue de verdad. Shhhh. Cierra la boca Marisa, que se te
caerá la dentadura en la sopa.
Cuántas ganas tenía de contarte este secreto, me lo prometí
aunque tuviéramos 80 años.
DE SECRETOS
Siempre había cultivado el don de la paciencia, y ese mismo
don le había llevado a escuchar toda clase de historias, desde las más
insólitas hasta las más jocosas, pero ninguna de ellas la había revelado a
alguien más. Sabía que esos secretos que le contaban eran más una necesidad que
un acto de confianza.
Sin embargo, existía uno que guardaba con más celo de entre
todos, porque también era su propio secreto.
Al finalizar la misa recibía a las devotas dispuestas a
contarle sus alegrías y desdichas, una de ellas en particular era la más asidua
a postrarse ante él y en el aparente anonimato confesarle sus más ardientes
fantasías. "Padre, he pecado...", esas tres palabras solían ser el
inicio de la liberación de Erika y al mismo tiempo la condena del sacerdote.
"He pecado, he visto a mi madre en actos impuros con su
amante, él la somete atándola y propinándole castigos que ella disfruta
intensamente..." El relato se extendía ante el silencio del sacerdote tras
la rejilla. "Padre, sé que no es correcto espiar a mi madre, pero no puedo
evitarlo, siento como si el mismo demonio me incitara a hacerlo. Padre, sé que
no debo, pero al verlos siento deseos de ser sometida por ese hombre y cruzan
por mi mente pensamientos impuros que mi cuerpo no puede esconder. Padre, he
pecado, he tenido orgasmos viéndolos y deseando ser parte de sus encuentros.
Perdóneme padre, porque he pecado. Espero su penitencia." Así terminaba
Erika su agitada confesión.
Tras un breve silencio y tragar saliva, el sacerdote le
responde: "Tus pecados serán absueltos tras la penitencia, deberás ponerte
de rodillas, desnuda y te azotarás la espalda pidiendo perdón a Tu Señor, vete
y cumple tu penitencia como buena sierva del Señor."
"Así será padre, seré obediente." Erika se retiraba
tras persignarse mientras el sacerdote cargaba su propia cruz al saber que la
hija de su amante también lo deseaba.
Sin dejar rastro. Todo fue como una tormenta fugaz que lo
consumía todo, intoxicando mi mente de anhelos. A veces, me aferraba a ese
humo, a esa ilusión. Pero en mi corazón quedaba un vacío inmenso. Anhelaba el
amor, ese amor sincero y duradero. Aún no tengo muy claro qué sucedió, pues una
especie de cortina gris se posó en mi mente. Quizás, porque, el humo del amor
es adictivo y me hacía sentir viva. Y así fue, como aquella noche de inicio del
mes de noviembre, bajo la luz de la luna, sin pretenderlo, mientras esperábamos
a Laura que se retrasaba, nos dimos un beso, nos abrazamos y nos amamos, con
tanto amor que selló nuestro destino. Desde aquel banco, nuestras vidas se
entrelazaron en un amor eterno y oculto. Atravesando tormentas efímeras y
recordando momentos dejamos pasar el tiempo sin dejar rastro.
Hoy, en este mismo banco, te miro y te confieso que siempre
amé a Raúl. Era un amor casi enfermizo. Como un sueño no hecho realidad, pero
que a pesar de todo dura en la eternidad. Te cuento esto con gran alivio porque
ya hace más de un año que Raúl murió. Te juro qué fue la única vez que nos
amamos y nos juramos amor eternamente. Pero incluso para mí era demasiado
doloroso veros juntos porque eras mi mejor amiga, ese y solo ese, fue el motivo
real de mi desaparición. En mi cobardía preferí ocultar mi secreto y marcharme
lejos. Fui incapaz de despedirme de ti porque te lo hubiera terminado contando,
así qué Raúl te fue leal hasta el final y se llevó nuestro secreto a la tumba.
Por favor no pongas esa cara, te ruego que me perdones. No, no te vayas por
favor. Laura, Laura... Fue la última vez que la vi, la última vez qué hablé con
ella, siendo consciente de lo egoísta, qué fui.
Bueno, pues creo que Maurice , no obro bien en callar y defender a su prometida. Un secreto que lo escuchara en el más allá.
ResponderEliminarEl secreto del tercero.
Cada mañana a las siete en punto el vecino del tercero bajaba las escaleras al llegar al primero se paraba unos minutos, y al cabo de ellos bajaba por el ascensor.
Le observaba a través de la mirilla , pues la puerta de ascensor estaba justo enfrente de mi apartamento.
No podía entender por qué hacia siempre la misma maniobra, si bajaba del tercero al primero por las escaleras porque bajaba solo un piso en ascensor, era algo que no entraba en mi razonamiento.
Una mañana cinco minutos antes mi curiosidad se fue satisfecha al descubrir el secreto, decidí hacerme la encontradiza y ver que le movía hacer ese movimiento.
Allí estaba yo agazapada entre la barandilla haciendo que me ataba los cordones de mis deportivas, cuando vi algo que me dejo atónita.
Mi vecino al llegar al rellano del segundo abría su maletín y de él cogía un peluquín y se lo ponía en su calva, lo sujetaba bien y echaba una especie de gomina, guardaba los utensilios e iba derecho al ascensor, eso me desconcertó, pues porque no salía de casa con el puesto.
Mi curiosidad no quedó del todo satisfecha, hasta que decidí que al día siguiente le vigilaría desde la calle a ver que ocurría.
Allí fue donde vi que el pobre hombre, al salir del portal le esperaba una rubia despampanante con la cual presumía de hito a hito.
El secreto, estaría a salvo, los motivos que tuviera seguro que eran conyugales, y ahí era mejor mantenerse al margen. Su mujer le quería calvo , pero tal vez la amante no supiera de su alopecia . Por eso cada mañana su cambio de look se repetía .
Campirela_
Ja, ja, ja... Pobre hombre; me causa ternura, a pesar de su "doble" secreto. La infidelidad, y ese peluquín que lo lleva estresado 😅😅
EliminarMuy bueno, preciosa 😁
Graciass y montones de Bsoss 💙
Que bueno Campirela, tenía complejo de calvicie. La curiosidad fue más fuerte, jeje, agazapada en un rincón. Muy bueno. Un abrazo
EliminarJa, ja, ja... qué bueno... Me recuerda a esa famosa canción de Massiel: "yo tuve tres maridos y a los tres envenené, con unas cuantas gotas de cianuro en el café... ♫♫"
ResponderEliminarAhí va mi secreto, shhhh.
Nunca entendiste el motivo de mi interés por visistar a tu padre en su lecho de muerte. Tanto tú como tu madre siempre creísteis que era por la amistad que una vez nos unió en la Universidad. Bien sabes que la nuestra no era de película. De película y para un Óscar era el amor que le tenía al pobre, que no sé cómo os podía aguantar. No pongas esa cara, lo que más me aterraba era imaginarme como tu madrastra. Pero tu padre sabía cómo hacerme olvidar ese pensamiento. No puedes imaginar cuánto agradecía que me invitaras a pasar cada Navidad con vosotros. Después de la Uni, nos vimos unas cuantas veces más hasta que me marché de misionera.
Te acabo de revelar el misterio de la rosa blanca cada 14 de febrero. Lo nuestro fue de verdad. Shhhh. Cierra la boca Marisa, que se te caerá la dentadura en la sopa.
Cuántas ganas tenía de contarte este secreto, me lo prometí aunque tuviéramos 80 años.
Mil besitos con mucho cariño y muy feliz mes, preciosa mía ♥
Ay esa monja, y su rosa blanca , muy bonito . Besos.
EliminarJa, ja, ja... Buenísimo. Me he imaginado a Marisa escuchando estupefacta con la boca abierta, y esa sopa bajo su barbilla a punto de abrazar su dentadura 😅😅
EliminarMe ha encantado 😁
Mil gracias, preciosa.
(Y qué buena la canción de Massiel 😁)
Bsoss y cariños enormess💙
Auroratris, que bueno, nadie se enteraba del idilio de ambos. Esa rosa blanca que le regalaba cada 14 de febrero, un puntazo. Me gustó. Un abrazo
EliminarMe gusta como lo combinaste con esa celebración.
ResponderEliminarY en esa circuntancia, esa confesión le llegará a él.
Bien contado. Besos.
De alguna manera, y más en las fechas propicias para la confesión, seguro que le llegaría...
EliminarMuchas gracias por tu mirada y tus palabras, querido amigo.
Un abrazo enorme 💙
De secretos.
ResponderEliminarSiempre había cultivado el don de la paciencia, y ese mismo don le había llevado a escuchar toda clase de historias, desde las más insólitas hasta las más jocosas, pero ninguna de ellas la había revelado a alguien más. Sabía que esos secretos que le contaban eran más una necesidad que un acto de confianza.
Sin embargo, existía uno que guardaba con más celo de entre todos, porque también era su propio secreto.
Al finalizar la misa recibía a las devotas dispuestas a contarle sus alegrías y desdichas, una de ellas en particular era la más asidua a postrarse ante él y en el aparente anonimato confesarle sus más ardientes fantasías. "Padre, he pecado...", esas tres palabras solían ser el inicio de la liberación de Erika y al mismo tiempo la condena del sacerdote.
"He pecado, he visto a mi madre en actos impuros con su amante, él la somete atándola y propinándole castigos que ella disfruta intensamente..." El relato se extendía ante el silencio del sacerdote tras la rejilla. "Padre, sé que no es correcto espiar a mi madre, pero no puedo evitarlo, siento como si el mismo demonio me incitara a hacerlo. Padre, sé que no debo, pero al verlos siento deseos de ser sometida por ese hombre y cruzan por mi mente pensamientos impuros que mi cuerpo no puede esconder. Padre, he pecado, he tenido orgasmos viéndolos y deseando ser parte de sus encuentros. Perdóneme padre, porque he pecado. Espero su penitencia." Así terminaba Erika su agitada confesión.
Tras un breve silencio y tragar saliva, el sacerdote le responde: "Tus pecados serán absueltos tras la penitencia, deberás ponerte de rodillas, desnuda y te azotarás la espalda pidiendo perdón a Tu Señor, vete y cumple tu penitencia como buena sierva del Señor."
"Así será padre, seré obediente." Erika se retiraba tras persignarse mientras el sacerdote cargaba su propia cruz al saber que la hija de su amante también lo deseaba.
© DUlCE
Qué buen relato nos dejas, mi querido Dulce...
EliminarUn secreto compartido que supura complicidad, aun cuando una parte pende de una mezcla de inocencia e inevitable florecer…
Un final digno al desarrollo de tu excelente y exquisita narrativa.
Gracias 🙏😊
Bsoss y cariños, y muy feliz finde💙
Un placer que haya sido de tu agrado, la inocencia es un motor que lleva a querer descubrir cosas nuevas, por muy prohibidas que estas sean. Gracias a ti por el espacio.
EliminarDulces besos cariñosos y dulce fin de semana 💜
Ostras, imaginaba algo parecido mientras leía, pero que fuese el padre el culpable de ese deseo no lo esperaba. Muy bueno Dulce, un abrazo
EliminarGracias Nuria, del pecado nadie se salva, menos quien no quiere salvarse.
EliminarUn beso dulce.
Muy bueno Dulce, el sacerdote, su penitencia, cuál sería jajaj.
EliminarNo creas que ese secreto hay muchos.
Beatas, las quiere el señor, que de las otras ya se libra Dios.
La penitencia? allí la dice, o te refieres a la del sacerdote para él mismo? Buena frase aquella que comentas. Yo creo que las confesiones seguirán ;)
EliminarBesos dulces Campirela.
Hola Ginebra.
ResponderEliminarAhí va mi secreto:
Sin dejar rastro. Todo fue como una tormenta fugaz que lo consumía todo, intoxicando mi mente de anhelos. A veces, me aferraba a ese humo, a esa ilusión. Pero en mi corazón quedaba un vacío inmenso. Anhelaba el amor, ese amor sincero y duradero. Aún no tengo muy claro que sucedió, pues una especie de cortina gris se posó en mi mente. Quizás, porque, el humo del amor es adictivo y me hacía sentir viva. Y así fue, como aquella noche de inicio del mes de noviembre, bajo la luz de la luna, sin pretenderlo, mientras esperábamos a Laura que se retrasaba, nos dimos un beso, nos abrazamos y nos amamos, con tanto amor que selló nuestro destino. Desde aquel banco, nuestras vidas se entrelazaron en un amor eterno y oculto. Atravesando tormentas efímeras y recordando momentos dejamos pasar el tiempo sin dejar rastro.
Hoy, en este mismo banco, te miro y te confieso que siempre amé a Raúl. Era un amor casi enfermizo. Como un sueño no hecho realidad, pero que a pesar de todo dura en la eternidad. Te cuento esto con gran alivio porque ya hace más de un año que Raúl murió. Te juro qué fue la única vez que nos amamos y nos juramos amor eternamente. Pero incluso para mí era demasiado doloroso veros juntos porque eras mi mejor amiga, ese y solo ese, fue el motivo real de mi desaparición. En mi cobardía preferí ocultar mi secreto y marcharme lejos. Fui incapaz de despedirme de ti porque te lo hubiera terminado contando, así qué Raúl te fue leal hasta el final y se llevó nuestro secreto a la tumba. Por favor no pongas esa cara, te ruego que me perdones. No, no te vayas por favor. Laura, Laura... Fue la última vez qué la vi, la última vez qué hablé con ella, siendo consciente de lo egoísta, qué fui.
Nuria
Gracias y un abrazo
El amor, a veces, se torna egoísta y ciego; no ve más allá de lo que ama y atesora en el corazón, y a veces huye ante las inminentes consecuencias, que el tiempo siempre acaba por mostrar.
EliminarMuy bueno, Nuria.
Gracias por unirte😊
¡Abrazo grande!💙
Ay, el amor, cuantas locuras nos hacen hacer.
EliminarUna solo vez basta para sentirse traicionado, y eso es asi.
Un besote Nuria.
Jajaja, Ginebra, parece una dulce venganza escribirle una carta a un muerto. Es un relato excelente. Me gustó mucho. Un abrazo
ResponderEliminarAunque tarde, al menos cumplió y confesó su secreto 😁
EliminarGracias por tu sentir, y por estar con nosotros en estos viajes de letras, Nuria 😊😘
Gracias a ti Ginebra, un placer, y una delicia estar entre vosotros. Un abrazo
ResponderEliminar🙏😘😘
EliminarMiles de gracias a todos, chicos 🙏
ResponderEliminarTodo un lujo contar con vuestra compañía.
Acabamos noviembre, y comenzamos diciembre con la magia que este mes trae consigo ✨
¡Un abrazo enorme! 😘🥰🤗💙
Gracias, Ginebra , besotesssssssssss
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