jueves, 31 de octubre de 2024

Brujas

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Quiero agradeceros de todo corazón vuestra valiosa compañía en este camino de letras; y  pediros disculpas por mis ausencias pues, como ya sabéis algunos, estoy viviendo de cerca las consecuencias de la DANA, junto a algunos familiares afectados en ese proceso de restauración y, sobre todo, sanación emocional.

Todo está siendo muy duro y doloroso, y tanto el tiempo como los ánimos, se están viendo mermados ciñéndose prioritariamente a ese proceso.

(Durante este mes, los retos, tanto de Variétés como este mismo, siguen vigentes. Disculpad, como digo, mis ausencias. Dentro de lo posible iré actualizando vuestros aportes por los que, una vez más, os doy mi más cariñoso agradecimiento. En estos momentos son una brizna de luz que me aleja por un instante del lodo… GRACIAS a todos)   

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Muchas veces, el terror tiene formas demoledoras que devastan vidas. Lejos de la ficción; real y terrible… Y en aquellos que sobreviven a un escenario de tan dantesca magnitud, dejan secuelas de por vida.

Mi corazón está con Valencia
y con todas las zonas afectadas por la DANA.


 
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Ellas siempre han estado presentes en nuestra vida; ya sea como parte de la historia; en la ficción, o en determinadas situaciones en las que las sacamos a relucir: las brujas.
Las hay oscuras; luminosas, e incluso como esa vecina molesta y envidiosa que te hace la vida imposible.

Pues a ellas les vamos a dedicar el “libro abierto” de este mes.
Para ello, escribiremos un micro donde esa bruja, buena, mala o regular, sea la protagonista. 


 



Hubo una bruja que cometió un error, fue tan inmenso que quedó atrapada dentro de él mismo.
Nadie supo jamás qué había pasado con aquella anciana que vivía en las montañas.
Solo que su choza brillaba por las noches de luna llena y se apagaba en días grises.
Dicen las malas lenguas que los brillos eran las almas de los pequeños que robó.

En aquel pueblo ocurrían cosas extrañas, no solo desaparecían niños en las noches, el silbido del viento hacía estremecernos no solo de frío, también de miedo.
Una noche me atreví y salí a investigar mientras el resto dormía, cogí mi linterna y me dirigí a la choza de aquella bruja que solo vi una vez.
Fue cuando nos cruzamos por ese camino pedregoso, ella mi guiñó un ojo y yo salí corriendo como alma que lleva el diablo.
No le dije nada a mi madre, pero esa noche soñé con ella, que me llevaba en su escoba por los cielos rojizos de no sé qué lugar.
Al llegar a su choza el ulular de la tormenta me hizo temblar y apoyado en la puerta esta se abrió.
Han pasado años y aquí estoy en este jarro minimizado viendo como hace los hechizos sin poder salir de aquí.

 

Era pequeñita, de ojos vivarachos e incapaz de hacer daño, pero de sus bolsillos siempre colgaban colas de lagartija que buceaban entre renacuajos. Escarabajos, bichos diversos, raíces de mandrágora, robellones y arándanos. En lugar de escoba, usaba un monopatín con el que volaba sobre el asfalto. Sobre su cabecita un gorro puntiagudo que en las noches de luna llena dibujaba su menuda silueta que todos conocían como... la brujilla del barrio ; )

Me enamoró o me enamoré. Han pasado tantos siglos que, no recuerdo con nitidez este capítulo de mi vida. Empezó llamándome "su ángel", pero ante mi manera de predecir el futuro, comenzó a dudar de mis dotes angelicales. Digamos que soy una visionaria, discurso que él no compartía conmigo.
Al cabo de un tiempo empecé a ser llamada "su bruja", siempre acababa con el mismo latiguillo: "pero de las buenas". Algo que me disgustaba, solo quería ayudar para que entendiera que ciertos comportamientos podría provocar situaciones incómodas o pérdidas. No hizo caso de ninguno de mis avisos, hasta que un día sucedió lo inevitable. Confundió fórmulas que cerraron la entrada de mi voz y esta se hizo débil ante sus oídos. Con solo un conjuro llamado desencanto, él desapareció de mi tierra y nunca más se supo de su existencia.



Entonces, me pregunté si realmente era amor, si realmente estaba enamorada o si él mismo lo estaba. Sí, soy bruja, pero ¿las hay buenas o malas?, somos simplemente brujas, a secas.
Por eso, ya no lo extraño en las noches. Nunca entendió cuál era mi esencia, simplemente sigo siendo yo, en toda medida y en la justa.
Sólo confío en mí y en el poder que se me confirió. Hago honor a ello, aunque eso me lleve a la soledad y a la compañía de mis propios conjuros.

Recordaba mi sueño sobre su escoba. Ahora era un simple testigo de los conjuros. Había más niños perdidos en el bosque pero, sólo yo podía verla frente a su caldero trabajar sin descanso, para embrujar a cuanta persona se le acercara sin querer, o con la ilusión de que le dijera dónde estaba su niño pequeño perdido en el bosque.
No tenía intención de develar su secreto. Estaríamos aquí por siempre. Solamente la llegada de alguien especial podría salvarnos. Pero, ¿quién sería y cuándo?


Cada noche, cuando la luna apenas asomaba entre las nubes, Silda se adentraba en el bosque con el corazón cargado de pesares. «Este lugar, antes tan lleno de vida… ¿cómo hemos llegado a esto?», pensaba, mientras sus manos arrugadas recogían raíces muertas. Los Trolls habían robado no solo la luz, sino el alma misma del bosque.
 
«Debo intentarlo una vez más», se decía, aunque la duda crecía en su interior. Cada pócima, cada ritual, parecía ser insuficiente. Las sombras aún acechaban, y la risa del viento había sido silenciada. «Pero no puedo abandonarles. Este bosque es parte de mí».
 
Mientras la mezcla en su caldero chisporroteaba con un verde fulgor, su mente repetía las antiguas palabras de poder. «Que la vida retorne, que los árboles susurren, que el río vuelva a cantar». Y al ver cómo las primeras flores se alzaban tímidamente entre las hojas caídas, Silda sonrió. «Aún hay esperanza».