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lunes, 28 de febrero de 2022

Pisínoe



   Cuando despertó, no recordaba nada... Ni siquiera sentía como suyo ese mundo que ahora la observaba y rodeaba fuera del agua, y que la invitaba a caminar pisando la arena que tenía bajo sus extraños pies.
   Su cuerpo, de nívea y delicada piel, estaba desnudo.
  Intentó levantarse; pero apenas pudo incorporarse y mantener el equilibro, por lo que volvió a dejar que aquella cálida y blanca arena la abrazase, quizás esperando alguna señal con la que entender qué estaba ocurriendo, qué o quién era ella…, y cómo había llegado hasta allí…

   Y esa voz, que de alguna forma llegaba hasta ella, con tono burlón:
   —Así lograste escapar de mí. ¿Vas a poder sola, sin mi protección?
   Estaba confundida, desorientada pero algo le decía que no debía volver, que era preferible afrontar esa extraña situación.
   —Voy a poder, tengo que poder.
 
  Hilda no se reconocía. De nada se acordaba. Ni entendía qué hacía allí, delante del mar, mirando al infinito. Algo mareada, se llevó la mano al cuello donde le colgaba una cadena con el colgante de una letra: A.
 
  Y seguía escuchando esa voz que le hacía retumbar el tímpano. Una voz masculina dominándole la mente.
 
   Tal vez fuera un vago recuerdo que intentaba hacerse presente. El rugido del mar que parecía tan suyo que olía a él, sin embargo, dudaba. El salitre de su piel surcando junto a las gotas que el sol arrancaba de ella. Todos los sonidos eran diferentes. Parecían cercanos y, en cambio, estaban tan lejos que le dolían. Sus manos, sus piernas, su pecho. La textura de su cabello ligero como algas a la corriente del agua salada. Y ese colgante, cuya cadena arañaba más que acariciarla. Intentó articular algunas palabras pero no salía sonido alguno de su garganta. Estaba desnuda, sí, pero no sentía vergüenza porque no reconocía esa emoción.

   Al igual que tampoco reconocería otras emociones que poco a poco se irían presentando en su corta aventura. Unas voces la fueron sacando de su ensueño, unas manos fuertes y ásperas la traqueteaban. No entendía nada de lo que decían, solo pudo sentir el trasiego de humanos que como olas la cubrieron con el ir y venir. Solo una voz se quedó en su subconsciente, y a ese extremo dirigió su mirada. La invadió la sorpresa ante el rostro que se acercaba de manera cautelosa. Lo reconocía, estaba segura de haberlo visto antes. Pero, ¿dónde? esa era la cuestión. Nada de lo que le rodeaba lo había vivido, sin embargo, todo le parecía familiar. Las voces, los rostros, el olor...

   Habían pasado horas desde que su cuerpo diera en las arenas delicadas de esa playa, donde el silencio era absoluto, solo el sonido de las olas la acompañaba.
   Hilda, miró al horizonte y solo veía el azul turquesa del mar, detrás de ella unas pequeñas montañas silbaban un viento que hacía que su pelo se alborotara tapando su preciosa cara.
   El viento hizo que su piel se izara y sintió lo que jamás había sentido, frío, era una sensación nueva para ella. Con sus brazos se abrazó para protegerse.
   Comenzó despacio a caminar, estaba todavía en esa fase de aturdimiento, la voz interior de su mente la atormentaba sin cesar, pero ella no se daba por vencida, aquella huida debería servirle para comenzar un nuevo periplo por su vida.
  Estaba a punto de comenzar a subir por la montaña cuando de repente oyó voces, pero esta vez no era la fatídica voz interior, sino palabras que ella no entendía, el sol no la dejaba ver aquellas siluetas que se dirigían hacia ella, solo le dio tiempo a ocultarse tras unos matorrales, allí estaba acurrucada en silencio sepulcral cuando una mano se posó en su hombro.

  Era una sensación nueva para Hilda, el contacto con alguien, que no era como ella. Percibió emociones intensas, de fascinación ante ella.
   —Hermosa, frágil, perfecta ninfa, quiero cuidarte y protegerte.
   ¿Debía confiar o tener miedo?

  Quizá sí desconfió al principio, pues ella no sabía de emociones carnales, ni se extrañó de ver al humano vestido con un taparrabos, pero algo tenía claro, necesitaba ayuda para calmar aquel sentimiento desconocido que era el frío de su cuerpo.
  Pronto estuvo alrededor de una hoguera, alguien la cubrió con una manta, pero sintió la mirada inquisidora de parte del grupo, entre ellos, dos muchachas a las que la envidia les corroía al ver la belleza de Hilda.

  El poblado donde se encontraba estaba hecho de cabañas de barro y hojas de árboles, el fuego la mantenía con calor corporal, pero su alma estaba desolada. No entendía por qué aquellas dos mujeres la miraban con ojos sangrientos, ella no sabía de envidias y celos, eso lo descubriría tiempo después.
   Un anciano se acercó con lentitud hasta posarse a su lado, él miró y observó, ella hizo lo mismo, en él vio que sus ojos no estaban ensangrentados, al contrario, en ellos se veía una luz especial. Le dio algo de beber, él hizo el gesto de llevárselo a la boca acción que ella imitó, aquel líquido la reconfortó, ya no le hacía falta la manta, se la quitó y la dejó detrás de ella.
   Ese acto desató la ira del grupo, pues delante de todos no había una mujer bella, ella era la diosa de la belleza.
   Los gritos le hicieron encogerse y taparse con sus manos su rostro, fue en ese instante cuando el anciano se levantó en pie y puso orden en aquel desorden.
   Su voz fue escuchada, hasta que una mujer gritó, que no querían a esa criatura en su tribu.
Hilda, no entendía su idioma, pero sí que algo estaba ocurriendo y bueno no era.
   Cuando las voces parecía que iban aplacándose, Hilda se levantó y cubriéndose con su largo pelo y sus manos comenzó alejarse del fuego para huir de aquel lugar.
   No hubo dado más de cuatro pasos cuando otra mano suave y delicada la cogió por el brazo, esta vez era Mesina, la anciana curandera, ella se haría cargo de aquella extraña criatura, averiguaría de qué confines del mundo venía, sería un buen augurio o tal vez una maldición de los dioses.

   Las dos mujeres con ojos enrojecidos, como el grupo que las seguía, tuvieron que aceptar la desnudez de Hilda. Vista como una de esas representaciones de diosas. Hilda, que parecía hecha de agua de arena, tal vez fuera una de esas diosas.
 
   —Parece que no quieren —pensaba el ser que acechaba a Hilda— Veamos qué te pasa en ese mundo, al que huiste.

  Había pasado tan solo una semana desde que Hilda estuviera en esa tribu que no la acogieron con agrado, pero ante el anciano jefe no podían oponer resistencia.
  Mesina, la anciana curandera, cuidó de ella lo mejor que pudo, le era difícil entenderse pues se veía que de donde venía, ella no era una plebeya, su comportamiento así lo indicaba.
  Las mujeres parecía que poco a poco la iban aceptando pues una vez que su cuerpo se cubrió con telas prestadas ya no llamaba tanto la atención y mucho más cuando sus cabellos se los cortaron, ahí Hilda lloró tanto que cayó rendida a los pies de aquellas artimañas que con risas y carcajadas rasuraban con cuchillo su cabello.
  Mientras en el poblado seguían con sus tareas, los hombres a la caza y pesca, las mujeres cuidando de la tierra y los hijos.
  Una tarde la dejaron a cargo de tres hermanos, eran los nietos de Mesina.
 A Hilda le gustaba de su compañía, al menos estos no se reían de ella, al contrario, parecía que se sentían a gusto con esa mujer misteriosa que no sabían de dónde había salido.
  Paseaban por la orilla de la playa cuando la más pequeña entró en el bravo mar, antes de que se dieran cuenta la niña era arrastrada por las olas, los dos hermanos lloraban, chillaban, en un reflejo rápido Hilda corrió hacia esa pequeña que cada vez se la oía menos gritar, cuando quisieron darse cuenta las dos en la orilla de la playa estaban Hilda y su hermana, esta lloraba pero estaba viva.
 Hilda, regresó al poblado sabiendo que si entraba en el mar traería consecuencias nefastas para ella.

  Aunque se relacionaba con su esencia, ella había evitado tener contacto con el mar. Incluso acercarse a la playa, con la arena de un color similar a la de su piel. Hilda temía ser alcanzada por aquel, o aquello, que la había acechado. Y que sospechaba, tenía más poder en aquellos lugares, tan conectados con ella.
  Y se lamentaba de haber cedido a las súplicas de la pequeña.
  Quien no callaría, deslumbrada por su salvadora. Recordaría que alguien de la tribu la había llamado ninfa.
 
  Y si bien las ninfas eran personificación de las aguas, de los bosques y eran intermediarias de los dioses, también podían causar la locura entre aquellos que contemplaran su belleza.
  Era algo que había escuchado entre esas mujeres, que le habían cortado el pelo. Y que habían reído ante sus lágrimas.

   El tiempo transcurría despacio, en su noches los sueños se repetían, en ellos una sombra la perseguía, oía su respiración a veces tan cerca que parecía que se fuera a mimetizar en ella.
   Esa noche había luna llena, Hilda se despertó en la madrugada toda sudorosa y con una sensación extraña, esa vez no eran sombras que la perseguían sino una silueta de un hombre, este era alto, fuerte como un guerrero y su melena al viento lo hacía muy varonil.
   Al salir de su choza, la luna iluminó su bello rostro, dirigió sus pasos hacia la ladera de la montaña, deseaba contemplar desde allí el horizonte y ver el mar en calma.
   El silencio fue su compañero hasta que una voz la sacó de sus pensamientos.
   —¿Puedo acompañarte en tu silencio?

   Al oír aquella voz se sintió temerosa en primera instancia, pero luego se sintió arropada por quien se dirigía a ella con esa voz tan cálida. Miró para todos lados tratando de identificar su procedencia. "Estoy aquí, ¿no me ves?", en ese momento se fijó en una caracola de bellos colores que bajo el reflejo de la Luna parecía ser una joya.
 
   "Cógeme y acércame a tu oído", le pidió aquella voz. Hilda cogió la caracola y la puso en su oído, pudo volver a oír el sonido del mar como aquella música que la acompañó desde pequeña. "¿Por qué estás aquí Hilda?, ¿por qué has dejado el mundo al cuál perteneces? ¿No sabes que entre más tiempo pases fuera del agua más humana te vuelves?".
 
   "Lo sé" respondió Hilda, solo quería conocer este mundo que tan solo he visto desde lo lejos sumergida en el mar. Hay una parte de mí que es humana y otra pertenece a los océanos".
 
   De pronto el cielo se tornó oscuro y comenzó a llover, Hilda no podía estar bajo la lluvia o su cuerpo volvería a mutar. Entonces corrió buscando un refugió y se llevó con ella la caracola...

   —Estás empezando a amar a los humanos, eso lo entiendo. Pero ellos no necesitan a una ninfa que pretenda ser como ellos —continuó diciendo la voz—, sino a una intermediaria, que interceda por ellos. Y les recuerdo que hay algo más.
 
   —¿Pero qué pasará con lo que me persigue? —preguntó Hilda.
   —Te seguirá persiguiendo y estarás más indefensa si niegas tu naturaleza.
 
   Hilda comenzó a ver el agua que caía, no como una amenaza, sino como un elemento que renovaba su fuerza interior.

   Se abrazaron para protegerse mutuamente, temblando de miedo. Sentían una presencia junto a ellas.
  Una presencia que puso atención a sus jóvenes cuerpos. Y que usaban el pelo cortado a Hilda, como un adorno.
   —Veo que tomaron algo de Hilda.
  Repentinamente, quisieron gritar pero ese algo les tapó se los impidió, una fuerza invisible que las sujetó.
   —Tranquilas, no tengo nada contra ustedes. Sé que quieren ser como Hilda. Y puedo concederles ese deseo.
   Una de ellas sintió que podía hablar.
   —¿Qué tenemos que hacer? —susurró tímidamente.
  —Ayudarme a que Hilda vuelva estar en mi poder. Y a cambio, pueden estar juntas para siempre, como amigas... o como lo que deseen ser.

   Desde las profundidades del océano se escuchó un sonido gutural y aterrador. Las aguas se agitaban cada vez con mayor intensidad. El cielo se tornó de un cobrizo apocalíptico, y, en mitad de ese acontecimiento que tenía a los habitantes del poblado con sus miradas fijas y atónitas, comenzó a dibujarse entre el mar enfurecido y el cielo tempestivo, un enorme círculo cimbreante y oscuro, creando un portal que parecía comunicar con otro plano o universo.
   De nuevo la voz comenzó a pronunciarse, esta vez, ante todos los allí presentes:
 
   —Hilda… Has alterado la ley natural de nuestros universos. Debes volver de inmediato u otros seres atravesarán el portal. Los humanos no están preparados para asimilar y entender otros mundos ajenos al suyo; ellos están provistos de emociones, y estas, los llevan inminentemente a su propio caos.
   —Pero… me gusta esto que siento… Yo… quiero ser como ellos; respirar este aire, sentir…
  —Acabarás siendo un experimento de laboratorio; y no dejarán de venir acechadores desestabilizando las energías vitales.
 
   Aquel hombre esbelto que anteriormente se le había aparecido a Hilda, y que se había comunicado con ella a través de una caracola, volvió a hacerlo…
 
   —Hilda, ¿estás segura de que esto es lo que quieres?... Si lo haces, nos veremos obligados a cerrar perpetuamente el portal y jamás podrás regresar.
   —¡No! —se escuchó de nuevo la voz desde aquel círculo oscilante— No le des opción; debe regresar; se acaba el tiempo…
  —Lo tengo decidido —añadió de pronto Hilda— Esto es lo que quiero. Marchaos. Estas personas se han portado bien conmigo, y sé que podré ayudarlos a evolucionar y a comprender la existencia de otras deidades. Yo lo seré para ellos.
 
   Aquellas dos mujeres recelosas saltaron de pronto:
 
  —Entonces nosotras cruzaremos esa puerta. No nos quedaremos aquí contigo.
 —Os desintegrarías si lo hicierais. Vuestro organismo no lo soportaría. Sin embargo, yo podría abasteceros de nuevos conocimientos. Vuestro mundo está agonizando.
 
   Los habitantes comenzaron a glorificar a Hilda tras sus palabras. A ensalzarla en comentarios y alabanzas. Cielo y mar tronaban al unísono, y las voces de aquellos que impugnaban la actuación de Hilda, dejaron de escucharse.
   Ante el algarabío del poblado y la voluntad de ella en su decisión, no hubo réplica; y el portal…, se cerró definitivamente.  
 
   Hilda se dirigió a todos ellos:
 
  —Quiero daros las gracias por vuestro acogimiento, pero no lo haré solo con palabras; habéis demostrado tener fe, y habéis apostado por la salvación de vuestro mundo. Tened claro que habéis hecho lo correcto. Puede que algún día nos asedien más acechadores; que se abran nuevos portales… pero, para entonces, estaremos más preparados. Van a producirse grandes avances… Este mundo lo merece; no tengo la menor duda.  



**CERRAMOS PROYECTO**

Y LO HACEMOS CON ESTA CANCIÓN
QUE NOS HA PROPUESTO 
NUESTRO AMIGO DEMIURGO.
DADLE AL PLAY  😉





 


HAN ESCRITO LA HISTORIA




**RECONOCIMIENOS**



37 comentarios:

  1. Y esta vez esa voz, que de alguna forma llegaba hasta ella, en forma burlona:
    -Así lograste escapar de mí. ¿Vas a poder sola, sin mi protección?
    Estaba confundida, desorientada pero algo le decía que no debía volver, que era preferida afrontar esa extraña situación.
    -Voy a poder, tengo que poder.

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    1. Y esa voz, que de alguna forma llegaba hasta ella, con tono burlón:
      -Así lograste escapar de mí. ¿Vas a poder sola, sin mi protección?
      Estaba confundida, desorientada pero algo le decía que no debía volver, que era preferida afrontar esa extraña situación.
      -Voy a poder, tengo que poder.

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  2. Hilda no se reconocía. De nada se acordaba. Ni entendia qué hacía alli, delante del mar, mirando al infinito. Algo mareada, se llevó la mano al cuello donde la colgaba una cadena con el colgante de una letra: A.

    Y seguía escuchando esa voz que la hacia retumbar el tímpano. Una voz masculina dominandola la mente.

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  3. Tal vez fuera un vago recuerdo que intentaba hacerse presente. El rugido del mar que parecía tan suyo que olía a él, sin embargo, dudaba. El salitre de su piel surcando junto a las gotas que el sol arrancaba de ella. Todos los sonidos eran diferentes. Parecían cercanos y, en cambio, estaban tan lejos que le dolían. Sus manos, sus piernas, su pecho. La textura de su cabello ligero como algas a la corriente del agua salada. Y ese colgante, cuya cadena arañaba más que acariciarla. Intentó articular algunas palabras pero no salía sonido alguno de su garganta. Estaba desnuda, sí, pero no sentía vergüenza porque no reconocía esa emoción.

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  4. Al igual que tampoco reconocería otras emociones que poco a poco se irían presentando en su corta aventura. Unas voces la fueron sacando de su ensueño, unas manos fuertes y ásperas la traqueteaban. No entendía nada de lo que decian, solo pudo sentir el trasiego de humanos que como olas la cubrieron con el ir y venir. Solo una voz se quedó en su subconsciente, y a ese extremo dirigió su mirada. La invadió la sorpresa ante el rostro que se acercaba de manera cautelosa. Lo reconocía, estaba segura de haberlo visto antes. Pero, ¿dónde? esa era la custión. Nada de lo que le rodeaba lo había vivido, sin embargo, todo le parecía familiar. Las voces, los rostros, el olor...

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    1. Hola, preciosa. Tras comentármelo, he mirado en "spam", y ahí estaba tu comentario. Está claro que este Blogger no hace más que marearnos. Voy a añadirlo ahora mismo, y a actualizar todo.

      Gracias y perdona. Estaré más atenta de los "spam", porque veo que es algo generalizado últimamente.

      Bsoss y cariños enormes, preciosísima 💙

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    2. Ay, mi Gine, que yo no quería trastocar todo. Solo era eso... Mis prisas y yo, el no saber si lo comenté o lo soñé 🤦‍♀️
      Miles de gracias, de nuevo, preciosa.

      Un abrazo muy grande para tus sueños ❤️✨

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  5. Gracias, chicos. Sois geniales! 🙏 Bienvenidos a este nuevo reto! ✍️💙

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  6. Había pasado horas desde que su cuerpo diera en las arenas delicadas de esa playa, donde el silencio era absoluto, solo el sonido de las olas la acompañaba.
    Hilda,miro al horizonte y solo veía el azul turquesa del mar, detrás de ella unas pequeñas montañas silbaban un viento que hacia que su pelo se alborotara tapando su preciosa cara.
    El viento hizo que su piel se izara y sintió lo que jamás había sentido frío, era una sensación nueva para ella. Con sus brazos de abrazo para protegerse.
    Comenzó despacio a caminar estaba todavía en esa fase de aturdimiento, la voz interior de su mente la atormentaba sin cesar, pero ella no se daba por vencida aquella huida debería servirla para comenzar un nuevo periplo por su vida.
    Estaba apunto de comenzar a subir por la montaña cuando de repente oyó voces, pero esta vez no era la fatídica voz interior si no palabras que ella no entendía, el sol no la dejaba ver aquellas siluetas que se dirigían hacia ella, solo le dio tiempo a ocultarse tras unos matorrales, allí estaba acurrucada en silencio sepulcral cuando una mano se poso en su hombro.

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  7. Era una sensación nueva para Hilda, el contacto con alguien, que no era como ella. Percibió emociones intensas, de fascinación ante ella.
    -Hermosa, frágil, perfecta ninfa, quiero cuidarte y protegerte.
    ¿Debía confiar o temer miedo?

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  8. Quizá si desconfió al principio, pues ella no sabía de emociones carnales, ni se extrañó de ver al humano vestido con un taparrabos, pero algo tenía claro, necesitaba ayuda para calmar aquel sentimiento desconocido que era el frío de su cuerpo.
    Pronto estuvo alrededor de una hoguera, alguien la cubrió con una manta, pero sintió la mirada inquisidora de parte del grupo, entre ellos, dos muchachas a las que la envidia les corroía al ver la belleza de Hilda.

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    1. Gracias, querida amiga! Un placer volver a verte por aquí 👏💙

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    2. Gracias a ti, feliz descanso.
      Besos

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  9. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. El poblado donde se encontraba estaba hecho de cabañas de barro y hojas de árboles, el fuego la mantenía con calor corporal, pero su alma estaba desolada. No entendía por qué aquellas dos mujeres la miraban con ojos sangrientos, ella no sabia de envidias y celos, eso lo descubriría tiempo después.
      Un anciano se acerco con lentitud hasta posarse a su lado, él miro y observo, ella hizo lo mismo en él vio que sus ojos no estaban ensangrentados, al contrario en ellos se veía una luz especial.La dio algo de beber, él hizo el gesto de llevárselo a la boca acción que ella imito, aquel liquido la reconforto ya no le hacia falta la manta, se la quito y la dejo detrás de ella.
      Ese acto desato la ira del grupo, pues delante de todos no había una mujer bella, ella era la diosa de la belleza.
      Los gritos la hicieron encogerse y taparse con sus manos su rostro, fue en ese instante cuando el anciano se levanto en pie y puso orden en aquel desorden.
      Su voz fue escuchada, hasta que una mujer grito, que no querían a esa criatura en su tribu.
      Hilda, no entendía su idioma, pero si que algo estaba ocurriendo y bueno no era.
      Cuando las voces parecían que iban aplacándose, Hilda se levantó y cubriéndose con su largo pelo y su manos comenzó alejarse del fuego para huir de aquel lugar.
      No hubo dado más de cuatro pasos cuando otra mano suave y delicada la cogió por el brazo, esta vez era Mesina, la anciana curandera, ella se haría cargo de aquella extraña criatura, averiguaría de qué confines del mundo venia, seria un buen augurio o tal vez una maldición de los dioses.

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  10. Las dos mujeres con ojos enrojecidos, como el grupo que las seguía, tuvieron que aceptar la desnudez de Hilda. Vista como una de esas representaciones de diosas. Hilda, que parecía hecha de agua de arena, tal vez fuera una de esas diosas.

    -Parece que no quieren -pensaba el ser que acechaba a Hilda- Veamos que te pasa en ese mundo, al que huiste.

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  11. Había pasado tan solo una semana de que Hilda estuviera en esa tribu que no la acogieron con agrado, pero ante el anciano jefe no podían oponer resistencia.
    Mesina la anciana curandera cuido de ella lo mejor que pudo, le era difícil entenderse pues se veía que de donde venia ella no era una plebeya, su comportamiento así lo indicaba.
    Las mujeres parecía que poco a poco la iban aceptando pues una vez que su cuerpo se cubrió con telas prestadas ya no llamaba tanto la atención y mucho más cuando sus cabellos se los cortaron ahí Hilda lloro tanto que cayó rendida a los pies de aquellas artimañas que con risas y carcajadas rasuraban con cuchillo su cabello.
    Mientras en el poblado seguían con sus tareas, los hombres a la caza y pesca, las mujeres cuidando de la tierra y los hijos.
    Una tarde la dejaron a cargo de tres hermanos, eran los nietos de Mesina.
    Hilda le gustaba de su compañía al menos estos no se reían de ella, al contrario parecía que se sentían a gusto con esa mujer misteriosa que no sabían de donde había salido.
    Paseaban por la orilla de la playa cuando la más pequeña entró en el bravo mar, antes que se dieran cuenta la niña era arrastrada por las olas, los dos hermanos lloraban, chillaban, en un reflejo rápido Hilda corrió hacia esa pequeña que cada vez se la oía menos gritar, cuando quisieron darse cuenta las dos en la orilla de la playa estaban Hilda y su hermana, esta lloraba pero estaba viva.
    Hilda, regreso al poblado sabiendo que su entraba en el mar traería consecuencias nefastas para ella.

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  12. Aunque se relacionaba con su esencia, ella había evitado tener contacto con el mar. Incluso acercarse a la playa, con la arena de un color similar a la de su piel. Hilda temía ser alcanzada por aquel, o aquello, que la había acechado. Y que sospechaba, tenía más poder en aquellos lugares, tan conectados con ella.
    Y se lamentaba de haber cedido a las súplicas de la pequeña.
    Quien no callaría, deslumbrada por su salvadora. Recordaría que alguien de la tribu la había llamado ninfa.

    Y si bien las ninfas eran personificación de las aguas, de los bosques y eran intermediarias de los dioses, también podían causar la locura entre aquellos que contemplaran su belleza.
    Era algo había escuchado entre esas mujeres, que le habían cortado el pelo. Y que habían reído ante sus lagrimas.

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  13. El tiempo transcurría despacio, en su noches los sueños se repetían, en ellos una sombra la perseguía oía su respiración a veces tan cerca que parecía que se fuera a mimetizar en ella.
    Esa noche había luna llena, Hilda se despertó en la madrugada toda sudorosa y con una sensación extraña esa vez no eran sombras que la perseguían sino una silueta de un hombre, este era alto, fuerte como un guerrero y su melena al viento lo hacia muy varonil.
    Al salir de su choza, la luna iluminó su bello rostro, dirigió sus pasos hacia la ladera de la montaña deseaba contemplar desde allí el horizonte y ver el mar en calma.
    El silencio fue su compañero hasta que una voz la sacó de sus pensamientos.
    _¿Puedo acompañarte en tu silencio?

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  14. Al oír aquella voz se sintió temerosa en primera instancia, pero luego se sintió arropada por quién se dirigía a ella con esa voz tan cálida. Miro para todos lados tratando de identificar su procedencia. "Estoy aquí, no me ves?", en ese momento se fijó en una caracola de bellos colores que bajo el reflejo de la Luna parecía ser una joya.

    "Cógeme y acércame a tu oído", le pidió aquella voz. Hilda cogió la caracola y la puso en su oído, pudo volver a oír el sonido del mar como aquella música que la acompañó desde pequeña. "Por qué estás aquí Hilda?, por qué has dejado el mundo al cual perteneces? No sabes que entre más tiempo pases fuera del agua más humana te vuelves?".

    "Lo sé" respondió Hilda, solo quería conocer este mundo que tan solo he visto desde lo lejos sumergida en el mar. Hay una parte de mí que es humana y otra pertenece a los océanos".

    De pronto el cielo se tornó oscuro y comenzó a llover, Hilda no podía estar bajó la lluvia o su cuerpo volvería a mutar. Entonces corrió buscando un refugió y se llevó con ella la caracola...

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  15. -Estás empezando a amar a los humanos, eso lo entiendo. Pero ellos no necesitan a una ninfa que pretenda ser como ellos -continuó diciendo la voz- Sino a una intermediaria, que interceda por ellos. Y les recuerdo que hay algo más.

    -¿Pero que pasará con lo que me persigue? -preguntó Hilda.
    -Te seguirá persiguiendo y estarás más indefensa si niegas tu naturaleza.

    Hilda comenzó el agua que caía, no como una amenaza, sino como un elemento que renovaba su fuerza interior.

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    1. Frase corregida:

      Hilda comenzó a ver el agua que caía, no como una amenaza, sino como un elemento que renovaba su fuerza interior.

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  16. Mil gracias, chicos. Sois unos genios! 👍👏🤓

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    1. Obras de arte sobre ninfas.
      Recomendablehttps://loscomicsdemachete.blogspot.com/2020/12/las-mas-hermosas-pinturas-sobre-nayades.htmls

      Besos.

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    2. Cuánto que ver y disfrutar! Muchísimas gracias, querido amigo.
      Un lugar inspirador al que dedicar tiempo para el deleite.
      Un abrazo grande! 💙

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  17. Mientras tanto, en una de las cabañas del poblado, las dos mujeres que odiaban a Hilda, despertaron abruptamente, respirando agitadamente.

    Se abrazaron para protegerse mutuamente, temblando de miedo. Sentían una presencia junto a ellas.
    Una presencia que puso atención a sus jóvenes cuerpos. Y a que usaban el pelo cortado a Hilda, como un adorno.
    -Veo que tomaron algo de Hilda.
    Repentinamente, quisieron gritar pero ese algo les tapó se los impidió, una fuerza invisible que las sujetó.
    -Tranquilas, no tengo nada contra ustedes. Se que quieren ser como Hilda. Y puedo concederles ese deseo.
    Una de ellas sintió que podía ver.
    -¿Qué tenemos que hacer? -susurró tímidamente-
    -Ayudarme a que Hilda vuelva estar en mi poder. Y a cambio, pueden estar juntas para siempre, como amigas....o como lo que deseen ser.

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  18. Aclaración: en lugar de "ver", deber ir "hablar".

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    1. ¿Nadie aportó más?

      Me da la impresión de que Hilda podría escapar de su misterioso acechador, convirtiéndose en una deidad menor, protectora de ese pueblo.
      Lo que enfurecerá al acechador, que raptará, para llevarse a quien sabe donde, a esas dos, las adversarias de Hilda.

      Besos, Ginebra,

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    2. Ya he cerrado historia. A ver qué os parece.
      Gracias y Bsoss, querido amigo.

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  19. Pues cerramos proyecto.
    Quiero daros las gracias, chicos! Sois unos genios.
    A ver si os gusta el final que le he dado. Estoy sumida en los nuevos lanzamientos de retos, que los publicaré esta noche, pero quería dejar la historia cerrada.
    Espero que os guste, y que hayáis disfrutado.
    Yo lo he hecho, y mucho! 👍🤓

    GRACIAS a todos y cada uno 🙏
    Nos vemos en el siguiente reto!

    Bsoss gigantes! 💙

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  20. Hilda no se dejó intimidar y eligió lo que tal vez era lo más difícil, convirtiéndose en una guía, en una deidad protectora. Tal vez eligió ser libre.

    Un poco o muy desilusionadas esas dos mujeres recelosas. No tuvieron lo que deseaban, seguramente porque no lograron que Hilda volviera con quien la reclamaba. Incluso hubieran aceptado ser esclavas de deseos inhumanos. Pero se tendrán que conformar con ellas, como amigas o como amantes.

    Un curioso e inspirado final. Besos.

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  21. El resultante puede ser acompañado por esta canción de Man Ray, grupo de Hilda Lizarazu.

    https://www.youtube.com/watch?v=6g0fkzKpC-I

    Besos.

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    1. Gracias! He puesto el enlace directo al final de la historia 😉

      Más Bsoss, y muy agradecida, amigo!

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