Microrrelatos (En El Coche)

 

Y seguimos con los microrrelatos.

Esta vez lo haremos narrando una situación que se produzca en un espacio bastante reducido, como es un coche. Para muchos puede ser un pequeño hogar, para otros, un mero vehículo, y para otros puede llegar a ser cuna de muy diversas experiencias.

 

Empieza, pues, nuestro reto de noviembre, con el fin de divertirnos escribiendo y leyendo; e intentando no superar las cincuenta palabras.

 

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   No podía dejar de salivar mientras observaba aquello que tenía entre sus piernas. La tentación era demasiado fuerte. Él conducía; por lo tanto, estaba indefenso. Ataqué sin pensármelo dos veces.

   —¡Oye! —me espetó— ¡Esos bombones son para el cumpleaños de mi madre! ¡¿Llegará alguna vez la caja entera?!

(Ginebra Blonde)   

 

   El tacto del volante, era suave, le daba confianza en la conducción. Pink Floyd sonaba en la radio mientras el coche avanzaba a toda prisa por la autopista.
    

   Pablo bajó la ventanilla, necesitaba respirar.  Ese exclusivo todoterreno le subió la adrenalina, acaba de dejar abandonado bajo el puente al dueño de la joya que llevaba entre las manos.
(Campirela)

Siguió el camino hacia su destino.
Él miraba la carretera... ella lo miraba con deseo, verle conducir, sus gafas de sol en su afilado rostro y ese movimiento de sus brazos definidos, cada gesto, lamiéndose los labios....
Pues hacía calor.
Sin miramientos ella deslizó su mano entre su pierna, la miró y le dijo,
—dejemos los bombones, aquí hay algo más de azúcar... bombón mmm
(Cora)

Tras un día de campo, es hora de regresar a la ciudad. Los niños van subiendo al coche entre risas traviesas y algún empujón. No sé por qué Alex se sonríe de manera maliciosa. Todos cantamos al unísono hasta que percibo un canto distinto. Quiero pensar que no ha sido una rana de verdad y que Lito está haciendo la gracia. Marta me saca de dudas al preguntar si nos multan por ser seis en vez de cinco en el coche.
(Auroratris)

El viaje era largo, pronto los niños cayeron dormidos, aún llevaba las ganas de chocolate en su boca, la imagen tentadora de bombones entre sus piernas. Acercó sus manos suavemente y sin pensarlo, deslizó la cremallera y bajó preguntando...
—Parece que aún queda un bombón sin probar, ¿puedo?
—Golosa —respondió Alex...
(Rodrigo Fúster)
 
Aquella idea resultó descabellada pero a la vez atractiva. La de ir a pasar un día al río en un seiscientos. Increíble. Parecía un autobús. Los ocho amigos entraban todos dentro del coche. Entre risas y chistes el viaje iba siendo entretenido hasta que...
Les adelantó un coche de la Policía y les detuvo...
 
—¡Eh chicos! ¿Adónde vais? ¿No sabéis que no podéis ir tantos en un coche? A ver enseñarme la documentación...
 
Esto parecía algo más serio, pensaron mientras se miraban los jóvenes porque su edad no alcanzaba los dieciséis años...
(María)

Porque su edad no alcanza los dieciséis años... Sin embargo, la licencia adulterada parecía convencer al policía que a la vez inspeccionaba con su mirada dentro del coche hasta que Lito, el gracioso de la familia le hizo una mueca al policía y este le devolvió una sonrisa. "Pueden proseguir, tengan cuidado que se avecina una tormenta"...
(Dulce)

Aquel taxista llegó como caído del cielo, corra, corra que mi mujer acaba de romper aguas en este momento.
—¡No me diga eso, paño que la tapicería la puse ayer nueva!
—Usted, no se preocupe, ya sabe lo que dicen, un hijo siempre trae un pan bajo el brazo, así que la limpieza corre a cuenta nuestra.
(Campirela)

Regina Clámor presintió peligro. Y fue por la calle más peligrosa.
La alcanzaron desde atrás. Y la metieron en el auto, a la fuerza.
Cuchillo a la garganta.
—Grita para mí —dijo una mujer con una cámara.
 
—¡Corten! —dijo el director de cine.
Y volvió a decirlo porque Regina estaba besándose con el actor con cara de malo.
La siguiente toma tuvo que esperar.
(El Demiurgo de Hurlingham)

Entró en el concesionario, se dirigió con confianza hacia él, allí estaba, negro como el carbón, línea deportiva, abrió la puerta, hizo un puente y salió de estampida, una vez en autopista, le dijo.
¡Ya eres mío Kitt!
Cuando le interceptó la policía, él solo decía que era Michael Knight.
(Campirela)

—Bueno, Michael Knight... el juez, te absolverá. Era un fanático de tu serie. —el policía sacó las esposas. —¡Las manos! —El hombre obedeció. Pero, tras un insospechado movimiento, el representante de la ley quedó esposado a la ventanilla de su auto.
—Lo siento, oficial. La verdad... soy el verdadero Michael Knight.
(Apalonn Lee)

  —¡¡Maldita pesada!! ¡¡Te voy a tirar por la ventana!! Venga a marear y a calentarme el oído… ¿Te crees una diosa con tus aspavientos, verdad? No sabes dónde te has metido…
   —¡¡Zass!! —el alpargatazo que le dio su esposa a la mosca, la dejó esclafada contra la guantera del coche— No seas tan teatrero y sigue conduciendo, Juan...; no vayamos a ser nosotros los que salgamos volando por la ventana...
(Ginebra Blonde)

Conducía sin saber adónde ir.
Estaba cansado y fastidiado. Los negocios no prosperaban, sus ahorros, todos perdidos...
Cuánto tiempo, cuánto esfuerzo inútil.
El automóvil devoraba kilómetros, y el fastidio no desaparecía. Pero, de pronto, sin darse cuenta; el descanso había llegado, y supo adónde iba. El carro volaba por el despeñadero.
(Apalonn Lee)

El carro volaba por el despeñadero y segundos después se estrellaba contra el suelo, Juan despertó sobresaltado y sudando, miró a su costado y su esposa igualmente dormía, miró atrás y los niños hacían lo mismo. La paz lo alivió, pero no por mucho tiempo, un estruendo nuevamente lo puso en alerta...
(Dulce)

Carla Celentano ganó el caso para esos marginales, quienes la esperaron con una lujosa limusina.
—Les dije que se portarán bien.
—No es robado —contestó su enamorado— Nos contrataron como choferes.
La abogada, formal y sexy, subió al auto.
—¿Quién maneja?
—Yo manejo —contestó la única mujer del grupo— Y elijo la música.
“...no podés ser mía nada más, tenés que se de todos” se escuchó.
Carla Celentano sonrió con lascivia.
(El Demiurgo de Hurlingham)

Aquella tarde subí a mi deportivo con la cabeza repleta de dudas, la quería, pero algo me decía que no debía casarme con ella.
Aceleré y no sé en qué momento me vi cubierto por una niebla espesa, el coche se caló y tuve que bajarme de él.
En ese lugar inhóspito, algo pasó cuando desperté, estaba lejos de mi ciudad y mi coche, ya no era un deportivo, era un ataúd de pino.
(Campirela)

En ese lugar inhóspito, algo pasó cuando desperté, estaba lejos de mi ciudad y mi coche, ya no era un deportivo, era un ataúd de pino.
Se acercaron las sirenas. Al despertarme me preguntaron... ¿cómo estás?... ¿qué es lo último que recuerdas?
No supe qué decirles, aún sentía el terror de esa tapa de madera, dejándome sin respiración.
Miré hacia ambos lados ya recuperada y aunque no reconocía nada, temblé al ver el rostro de quien me preguntaba, fue quien vi en ese último momento enterrándome con su pala...
(Cora)